En el universo de la moda, donde cada prenda puede contar una historia y cada colección refleja una visión, la expansión global ya no depende solo del diseño o el deseo. Hoy, quienes aspiran a cruzar fronteras necesitan dominar también la gestión del riesgo en sus cadenas de suministro marcadas por un entorno geopolítico muy dinámico. Porque detrás del arte está la estructura, y en un entorno internacional marcado por disrupciones, la forma en que una marca produce, mueve y entrega puede ser tan determinante como su estética.
Las marcas más grandes del mundo han tomado nota: Nike, por ejemplo, ha invertido más de 1.300 millones de dólares en cinco años en digitalización y automatización para visibilizar cada punto de su cadena de valor, desde el proveedor hasta el cliente final. Esta trazabilidad no es solo operativa: se ha convertido en parte integral de su narrativa basada en principios ESG (Environmental, Social, Governance).
H&M, por su parte, ha desplegado una estrategia de nearshoring, trasladando parte de su producción a regiones como Europa del Este y el norte de África. Lo ha hecho no solo para reducir riesgos logísticos, sino también para responder con agilidad a una demanda cada vez más volátil y consciente. Sus iniciativas de economía circular y reciclaje son reflejo de un sistema donde la sostenibilidad ya no es opcional, sino estratégica.
Pero mientras los gigantes buscan blindarse, marcas emergentes que han crecido en América Latina y empiezan a proyectarse globalmente tienen una ventaja distinta: pueden elegir con más precisión. Su tamaño no es una desventaja, sino una oportunidad de diseñar cadenas logísticas más ágiles, de decidir cuándo y cómo digitalizar procesos sin quedar atrapada en legados ineficientes. A diferencia de quienes operan sobre estructuras masivas, las marcas emergentes aún pueden moverse con libertad, conociendo de cerca a sus proveedores y construyendo relaciones de confianza que no necesitan Inteligencia artificial o robótica para funcionar.
La coyuntura también abre nuevos caminos. Por ejemplo, el uso estratégico de zonas francas como usuario industrial (en cualquier país donde exista este régimen) permite simplificar y volver más eficientes procesos vitales como el abastecimiento, producción y distribución. esta estructura, además, permite optimizar flujos de caja al reducir pagos de impuestos y brinda agilidad para llegar al mercado internacional. A nivel comercial, por ejemplo, la exploración de puntos de venta como canales duty-free en puntos estratégicos, puede permitir acceder a mercados internacionales sin asumir de inmediato todos los costos de una expansión tradicional. Esto convierte la logística en parte del storytelling: un producto hecho con cuidado, despachado de forma inteligente, entregado con precisión.
La tecnología será indispensable. Pero para quienes aún conservan la escala humana, también lo es el criterio. Mientras los algoritmos afinan predicciones de inventario, hay marcas que todavía pueden confiar en la intuición de sus equipos de liderazgo. En esta etapa de transición entre lo regional y lo global, el desafío no está en replicar a los gigantes, sino en adaptar lo que funciona y descartar lo que ya no sirve.
Para una marca que está dejando atrás lo regional, el desafío no es parecerse a los gigantes, sino interpretar su propio camino con inteligencia. Crecer sin perder la escala humana. Expandirse sin ceder el control. Innovar, pero desde la coherencia. En la moda, como en la logística, todo está en los detalles.
Elaborado Por: Manuel Felipe Agudelo. Especialista en Logística del Transporte Internacional de Mercancías.